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7-10-2015|11:34|Despedida Opinión
Último adiós al académico

David “Tute” Baigún, un jurista incómodo para el poder financiero

Fue uno de los académicos más influyentes, premio Konex de Platino en Derecho y profesor titular consulto de Derecho Penal de la UBA en la famosa “Cátedra Baigún”. La semana pasada murió en su casa de Villa de Mayo. “Se encargó de inculcarme que la criminalidad del poder económico produce daño social, y por eso, es el germen de la desigualdad”, escribe Pedro Biscay, miembro del Comité Directivo del Cipce.

 

El viernes perdimos a David Baigún, un hombre inmenso que dedicó su vida a formar hombres y mujeres comprometidos con la lucha por un mundo más justo y más igualitario. “Tute”, cómo le decíamos con cariño, amaba la libertad y me enseñó a amarla, pero por sobre todo me enseñó que no hay libertad sí los derechos económicos y sociales no están garantizados por el Estado. Tuve la suerte de conocerlo en 2003 gracias a Ileana Arduino y Alberto Binder, quienes me invitaron a dirigir el Centro de Investigación y Prevención de la Criminalidad Económica (Cipce). Desde allí fue un consejero, un maestro y sobre todo un compañero de aventuras que me alentó a estudiar y pensar en el derecho como una herramienta de cambio y de lucha social al servicio de los más desprotegidos, porque de lo contrario, reproduce violencia y desigualdad social. Pero también me enseño a desobedecer y no tolerar ni consentir ningún tipo de injusticia.

En cada debate o en cada viaje que compartimos, en las recorridas por las aulas de la Universidad Nacional de Buenos Aires o en los encuentros en el Inecip o en el Cipce, se encargó de inculcarme que la criminalidad del poder económico produce daño social, y por eso, es el germen de la desigualdad. Cuando todo el academicismo del derecho penal veía como un imposible la construcción jurídica de la responsabilidad penal de las empresas, Tute tuvo el valor de discutir los vínculos entre delito y empresas multinacionales. Planteando esas discusiones incomodó a muchos, pero más incomodó cuando creó el Centro de Estudios y Asuntos Penales del Banco Central (CAEP), la primera iniciativa de construcción de una política pública orientada a perseguir el delito financiero en nuestro país.

Recuerdo que un día Tute me contó que se reunió con el Director Jurídico del Banco de Bélgica y le preguntó cuántas denuncias habían hecho por vaciamientos bancarios y aquel le refirió que fueron unas cuatro o cinco en toda la historia del banco. Tute le comentó que él llevaba presentadas cerca de sesenta en tan sólo un año, entre ellas las del Banco de Italia y Río de la Plata. Corría el fin de los ochenta y el país sufría las consecuencias de la especulación financiera, el endeudamiento externo y la fuga de divisas. A principio de los noventa, Javier González Fraga, a cargo de la Presidencia del Banco Central lo despidió y Tute se enteró por el periódico Financial Times. Desde entonces muchas personas me dijeron que el sistema financiero no podía tolerar un tipo como Baigún. Y era cierto, el mundo de las finanzas no podía tolerar su presencia porque a través de sus libros y, sobre todo, de sus acciones, pregonaba la intervención del Estado en la economía. Para él esto era esencial y definitorio: librar la economía a las fuerzas del mercado es inadmisible porque produce daño y violencia social. Lo vimos en los noventa. Tute lo decía desde los setenta, cuando dedicaba su vida a la defensa de presos políticos.

Baigún también estuvo en soledad cuando defendió la juridicidad de la asociación ilícita financiera, sobre todo teniendo en cuenta que el contexto de la academia y la jurisprudencia rechazaban esta figura con el argumento de prohibición de punibilidad a los actos preparatorios. Baigún entendía que la regularidad y el modus operandi de funcionamiento de la criminalidad financiera solo podían tener lugar a partir de estructuras de asociación ilícita dedicadas. La evidencia en casos como los de ELF, BNP, HSBC y tantos otros demuestran la importancia de revalorizar esta figura delictiva, sobre todo porque da respuesta jurídico penal al fenómeno de fuga sistemática de divisas desde los Estados hacia paraísos fiscales.

Pero en realidad Tute no estuvo en soledad. De algún modo el CAEP tuvo su lazo de continuidad primero en el Inecip y luego en el Cipce. Desde allí formó muchos jóvenes comprometidos con el derecho penal económico y la construcción de políticas públicas orientadas a prevenir la delincuencia financiera y la corrupción. Muchos de esos jóvenes hoy son profesionales y docentes que propagan sus ideas en las aulas y los tribunales. Muchos hoy son estudiantes de derecho y se entusiasman leyendo sus textos. Yo soy parte de una generación que asumen una responsabilidad y un legado de compromiso con este sencillo principio: no hay justicia posible sí el poder económico comete delitos.

Quiero recordar a Tute por su simpleza y su sabiduría. Su generosidad, honestidad pero sobre todo por su coherencia y su enorme compromiso con la praxis y la transformación. Hoy David Baigún no está entre nosotros. Su cuerpo pasó a otro plano pero sus ideas florecen y florecerán siempre en nuestros sueños. Chau Tute.

PB/WC

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